lunes, 11 de mayo de 2015

¡¡Ha sido niña!!...ó cuando Kiara nació en mi ambulancia.



Eran las 9,35 cuando llegó al Servicio de urgencias una joven con prodromos de parto. Hacia cinco minutos que en la última contracción habia roto la bolsa de líquido amniotico donde felizmente Kiara había estado creciendo muy agustito y a sus anchas durante 39 semanas y media. Pero parece que su día había llegado, ademas había estado algo revoltosa toda la semana moviéndose y con ganas de estirarse. Con una uña de sus pequeñitos dedos y haciendo un poco de presión...zas!!! Agua va!!! Kiara rompió la bolsa y esperó a que su mama en breve le ayudara a salir al mundo. 

La mamá muy colaboradora -y mami de otros dos nenes- tras la expulsión de líquido experimentó como aumentaba la frecuencia de sus contracciones de cada diez a cada cuatro minutos, entonces papá la tomó de la mano -pues no tenían vehículo- y la acompañó al SUE (servicio de urgencias y emergencias) andando desde su casa, favoreciendo los ultimos centímetros de dilatación por la presión. 

Tras la pertinente exploración el compañero médico decidió trasladarla en ambulancia al Hospital, que está a veinte minutos del centro, conscientes de que el parto era inminente. Se le puso una vía con suero y se puso en marcha el operativo llamando al 112. Antes de salir, nuestro experimentado conductor advirtió un detalle de los marcan la diferencia y facilitan el trabajo, sugiriendo ponerla al revés -los pies en la cabecera de la camilla y la cabeza en los pies de la camilla-, de esa forma sería más cómodo para nosotros afrontar el parto en caso de darse la circunstancia. Así fue indicado y así se colocó con mucho cuidado en la camilla, por supuesto respetando las respiraciones profundas entre contracción y contracción. Rápidamente subimos en la ambulancia y con luces y sirenas salimos chirriando ruedas hacia nuestro destino. El padre tuvo que ir en busca de un amigo para que le llevara al Hospital pues no podía montar en la ambulancia (allí estábamos ya: Arturo, Isi, Paco y Gorri).

Eran las 9,40 cuando salíamos en nuestra ambulancia del pueblo, sólo habían pasado cinco minutos y parece que llevábamos toda la mañana con los preparativos. En la ambulancia a pesar del ruido de la sirena y del quejido de dolor de las contracciones intentabamos mantener una calma y concentrarnos todos en la respiración. De hecho creo que todos respirábamos al unísono cada tres minutos.¡¡¡Tres minutos!!! "Las contracciones son cada vez más frecuentes" comenté a mi médico, y a colación la señora participó aportando otro dato revelador: "...ahhh...y yo no puedo más, estoy de parto y tengo ganas de empujar". Me quedé perplejo, creo que si me corto con un cuchillo en ese momento no sangro ni gota. Intenté negociar con ella: " Venga tranquila, respira hondo, te falta aun un poquito enseguida llegamos -o eso deseaba yo-". Me agarró de la mano y me dijo: "sabré yo que esto está YA!!!". Eran las 9,50 y con un gallo de mi garganta, del alma me salió un: "paraaaa Paco, paraaaaa!!!". Y el chofer paró, menos mal que nos fuimos por carreteras comarcales, poco frecuentadas a esa hora ya que están todos los jornaleros del campo trabajando en su labor. Estábamos en el arcén, en medio de ningún sitio entre Torre Pacheco y el hospital Los Arcos, a los pies del monte llamado Cabezo Gordo, entre cultivos de alcachofa y apio, en el entorno más salvaje que puede ofrecer la comarca del Mar Menor. Un lugar cercano a las excavaciones prehistóricas donde se encontraron restos de hombres primitivos, ese fue el lugar que nuestra pequeña amiga eligió para venir al mundo. 

   Museo de Paleontología y Evolución Humana de la Región de Murcia 
   a los pies del Cabezo Gordo.

Eran las 9,52 horas cuando en la siguiente contracción dijo la pequeña Kiara aquí estoy yo.

Se dió la extraña coincidencia que para la madre y para mi era el tercer parto. El primero fue en el antiguo hospital, trabajaba en el quirófano y una auxiliar pidió ayuda urgente mientras llegaba la matrona que estaba en planta revisando una señora, allá que fui yo llegando al mismo tiempo que la matrona que viendo mi interés me dejó terminarlo -algo que siempre agradeceré-, como dice todo el mundo el primero suele ser el más difícil. El segundo fue en la puerta de urgencias del citado hospital con la doctora Maria Soriano, en esta ocasión me permitió instrumentarle y fue un parto inolvidable. El tercero, ha sido el definitivo, como dicen por ahí el camino ya estaba hecho y todo fue rodado...o rápidamente resuelto. Aunque ha sido en un entorno lejos del hospital que conlleva un riesgo, situación estresan te que no se daba en los partos anteriores.


El compañero médico viendo mi interés por actuar en esta crítica y emergente situación me permitió asistir el parto de Kiara ayudándome en la instrumentación. El expulsivo fue rápido, muy rápido...en el exterior de la ambulancia esperaban como padres primerizos el conductor y el alumno técnico en emergencias. Por fin Kiara salió por su medios y se cobijó en mis manos, se la enseñé a su mamá tenía los ojos abiertos como platos, su piel estaba húmeda pero calentita, sonrosada y cubierta de grasa...no llevaba vuelta de cordón, la agarré con mucha delicadeza con mis guantes azules notandola muy escurridiza y le coloqué las pinzas umbilicales cuando dejó de latir el cordón. No cortamos el cordón esperando que el padre estuviese esperando en el hospital ni se extrajo la placenta para evitar posibles hemorragias. No había pasado el primer minuto y en la ambulancia se hizo el silencio esperando un llanto de bienvenida. Tras los pocos segundos que tardé en colocarla piel con piel, con su emocionada madre y cubrirlas con una sabana, empezó a llorar abriendo del todo sus pulmones. El primer examen de la pequeña lo aprobó con la mejor nota, puntuación...un APGAR de 10. La alegría de todos era palpable, un éxito...mamá contenta, Kiara preciosa, enfermero exultante, médico feliz y conductor y alumno para que os voy a contar.


"Adelante Paco, nos vamos, el hospital nos espera...¡¡¡ha sido niña!!!

En cinco minutos llegamos a la puerta del Hospital donde aguardaban mis antiguos compañeros, nos recibieron y acompañaron hasta el paritorio donde Blanca (que fue la matrona de mi hija) nos felicitó por el trabajo hecho y realizó con gran destreza el alumbramiento de la placenta.

Una jornada inolvidable, un regalo para la memoria y una sensación de bienestar difícil de explicar.

Me ha encantado poder compartirlo con vosotros.

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