Del amarillo chillón al discreto y familiar blanco

Riiiiing!!

Suena el inoportuno despertador y el amarillo chillón de mi última etapa empieza a tornarse de un blanco taciturno y silente.
Una tormenta de emociones nuevas que se va disipando para dar paso a otras viejas-nuevas expresiones de sentimientos en forma de lluvia con las que congratularme en su reencuentro. 

Una aventura de ocho meses con un final feliz...que ni es tan feliz y espero no sea tal final. 

Un hasta pronto me desliga de momento de los compañeros y amigos con los que he disfrutado de momentos, buenos y no tan buenos, en los que he podido empatizar con el que trabaja fuera del hospital y con sus dificultades añadidas. Un período donde verificar que tenemos el mismo propósito: la salud de nuestra población.

Llega el momento de echar de menos las frías y silentes noches rotas por el quejido de la sirena de la ambulancia que busca a su paciente por las solitarias calles. Esas casas laberínticas y esas habitaciones colmadas de historias y personas que esperan con ansiedad que aparezcas por la puerta y ganes la partida a la enfermedad que les aflige dando tregua a su dolor.

Llega el momento de cambiar las incómodas habitaciones de los domicilios por las equipadas consultas de hospital; cambiar las largas calles abarrotadas de un tráfico que te abre paso para facilitar tu llegada a los domicilios por los alargados pasillos de hospital abarrotados de silencio donde circulan camas y sillas de ruedas buscando una esperanza; y también porque no de cambiar la lucha contra las inclemencias del tiempo por la lucha contra la inclemencia de estos tiempos.

Estoy de cambio. Me siento bien de amarillo. Me siento bien de blanco. Me siento bien de Enfermero.

Del blanco DUE al amarillo chillón y viceversa...que es lo que toca.