miércoles, 18 de febrero de 2015

Primera reflexión: Fe y salud van de la mano

Antigua alcoba a la que accedemos a través de su atrio, dos camastros de ébano puro perfectamente alineados con una céntrica mesita de noche y al zenit un crucifijo, debajo de la cama podemos tropezar con las zapatillas de cuadros algo gastadas y con el socorrido orinal metálico algo oxidado que evita los paseos nocturnos cuando la maldita próstata o la vejiga descolgada hacen de las suyas en las frías noches de enero. 
La primera historia que desvela la escena es un cuento de soledad donde duermen separados los abuelos que por la noche cambiaron el calor mutuo de su cercanía por el de cuatro mantas Rasilan y un edredón con sabanas de coralina. 
La otra historia desbanca a la anterior por ser totalmente opuesta ya que la abuela no le suelta la mano en ningún momento y si se retira se va al piecero de la cama y le hace saber que sigue ahí a su lado agarrándole el pie como pidiéndole sin hablar pero a gritos que no se vaya. 
Sinceramente, me quedo con la versión amor. 
Al entrar el paciente espera anhelante la actuación del equipo de emergencias, se respira la tensión del familiar que nos informa de que en noventa y seis años apenas ha visitado cinco veces a su médico -entiendo entonces que llegara practimente ileso a los noventa-.
El motivo de la llamada ha sido un cuadro de malestar general y el viejito parece como mareado, al ponerle el pulsioximetro descubrimos un bradicardia secundaria a un bloqueo o lo que es lo mismo un pulso propio del laureado Miguel Indurain - de 38 a 40 pulsaciones por minuto- pero como ni era el ciclista ni parecía ser deportista de hipertrofiado corazón decidimos actuar cogiendole una vía periférica y administrándole una ampolla de atropina en bolo que le hizo recuperar al instante su enérgico latido que dedicó a María (su mujer) como tocado por flecha de Cupido. Tras la exitosa actuación había que dejarle colgando y en perfusión un suero fisiológico mientras comprobábamos la respuesta a la mediación pero no había un palo de gotero donde colgar el suero como en el Hospital. Cual fue mi alegría cuando vi que la fe cristiana y la salud siempre van a ir unidas, especialmente cuando puedes usar prestado el clavo donde estaba colgado el crucifijo, que habríamos hecho si llega a profesar otra fe...igual si en vez de el cristiano crucifijo hubiesen gustado de tener algún cuadro de esos abstractos también habría valido...pero me quedo con la fe con esa fe que mueve montañas, con ese creer en Dios. 
Un credo de rezos que se me antojan cortos cuando vamos en la ambulancia con las sirenas, las curvas, las luces, las curvas, los frenazos y mas curvas en el arduo camino hacia el Hospital y entre mareos, plegarias y protocolos de estabilización del paciente grave pensamos: Dios mío que no se nos vaya aquí...o para concluir, también cuando acabamos la mala guardia después de recibir 250 visitas en 24 horas y al salir por la puerta hacia casa pensamos: gracias a Dios que se ha acabado esta guardia por fin....
Así que debo reconocer como ya he dicho que fe, enfermedad y salud van de la mano.

1 comentario:

  1. Hola Isidoro!
    Muy interesante el blog. Sigue hacia adelante!
    Mi blog es :
    http://www.alasaludporlasflores. blogspot.com/
    Espero que este sea el principio de los comentarios, aunque no te hagas muchas ilusiones, pero no importa. La gente está ahí aunque no escriba.
    Un abrazo.



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